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Bolsillo Escritos. Escribo para que me lean.

Quizás además de para que me lean, escribo para entender. Entender la vida y entenderme. Viblioteca, donde me gustaría que me leyesen, entre vinos, quesos y libros. Barcelona, mayo 2025.

Ayer terminé un ciclo de club de lectura de relatos en la biblioteca. Me encanta todas las propuestas que hacen semanalmente en las bibliotecas de Menorca. Si estás atenta, nunca falta un buen plan. Este mes le tocaba a Lucia Berlín, famosa por su libro de relatos «Manual para mujeres de la limpieza«. Escribo para que me lean, decía.

Me encantó su manera de contar lo cotidiano. También me sorprendió su vida, que se mezcla tanto con sus historias que no sabes dónde empieza una y dónde terminan las otras. Me gusta. Descubrir a los escritores a través de sus escritos, aunque no sean autobiográficos (o sí). En este post, te dejo un escrito nuevo que no habla de mí (o sí).

Nada importa mucho, ¿no? Me refiero a importar de verdad. Sin embargo a veces, de pronto, durante apenas un segundo, se te concede la gracia de creer que sí, que importa muchísimo.

Lucia Berlín

Mi yo cuando estabas tú

Y pienso en mí. En mí cuando estabas tú. Cuando de manera tóxica creía que era tuya. Y tu mío. Qué locura. Me veo. Como quién ve a otra persona, una desconocida. Quizás alguien con quien hemos compartido alguna faceta poco importante de nuestra vida. Lejana. Un retiro de yoga, un curso de pintura o un taller de cerámica. Depende de la intensidad de ese momento, te habrás quedado con más o menos detalles de su cara o de su personalidad. Sientes que no la conoces en absoluto. Pues así me siento pensando en mí. En mi yo cuando estabas tú.

Y me doy cuenta de que tú sigues estando, pero eso sí que me queda lejos. Si me esfuerzo aún recuerdo tu olor. El de tu cuerpo y el de tu colonia. A veces, la percibo en una persona a la que saludo o cerca de un desconocido, compartiendo espacio en una tienda, comparando inciensos que no voy a comprar. Entonces, mi nariz crea un túnel espacio-temporal y me lleva a esa calle. La peatonal del centro de nuestro pueblo, entre esa tienda de ropa infantil y esa herboristería, que ya no están. Como nosotros.

Me lleva a esos besos furtivos contra la pared. Vuelvo a sentir tu olor, con mucha fuerza. Y tus labios. Calientes. Envolviéndolo todo. Creo tocar tu abrigo, que agarro con las manos para traerte más cerca de mí. Tengo tus ojos marrones, cerrados, frente a los míos. Muy cerca. Sonrío por verte con los ojos cerrados, por eso que dicen en las películas. En ese momento, no llevamos ni dos meses juntos. A pesar de mis dieciséis años recién cumplidos, o justo por mis dieciséis años recién cumplidos, soy todo deseo. Piel e intensidad.

Me falta tanto por vivir. Contigo y sin ti. Pero si me lo dijeran en ese momento, juraría por todo lo que quiero (y eso que yo no soy de jurar) que, sin ti es imposible. Todo. Todo contigo. Y cuando lo pienso me abrazaría. A esa yo que estaba detrás de tus labios. Y a ese nosotros, que a pesar de todo lo malo, me trajo tantos momentos buenos y sobretodo, muchos trocitos del yo que soy ahora, sin ti.

A veces con los años miras atrás y dices, ese fue el comienzo de… o éramos tan felices entonces… antes… después… o piensas, seré feliz cuando… una vez consiga… si nosotros… Hernán sabía que era feliz ahora.

Lucia Berlín

¡Nos leemos!

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